jueves, 14 de abril de 2016

Y nosotros sin el sol (2015) - Guilo


Canción favorita: Colibrí

1.Vampiros
2. Colibrí
3. A los rayos del sol
4. Trenes
5. Y nosotros sin el sol
6. Este momento
7. La última estrella
8. Entre sueños
9. Antes del fin
10. Un cielo dice adiós


 Últimamente, como sabrán, estuve sin escribir reseñas musicales. La verdad es que, a pesar de mi ampuloso retorno, mis promesas fueron vanas. Dije que iba a volver a escribir con regularidad, pero no lo hice: me hace acordar a cierto presidente de cierto país que dijo ciertas cosas que tampoco cumplió.
 En fin. Lo importante es que me ha costado retomar las energías para escribir, y además me ha estado faltando tiempo, sin que esto constituya una excusa. Mi apatía provocó que fuera necesaria una intervención divina, que golpee a mi puerta y me convenza de volver a escribir una reseña. Y esa intervención estuvo a cargo de Guilo Villar, músico porteño que hace poco sacó su primer disco y me propuso que yo lo reseñe. Me tardé un poco, mitad por la universidad, mitad porque no estoy en forma, y perdí un poco la práctica en este tipo de escritura. Pero acá estoy, volviendo a lo grande con este hermoso disco llamado Y nosotros sin el sol.
 Antes que nada, aviso que a partir de ahora los discos ya no van a tener puntaje. A mí también me agarró la revolución de la alegría, y me di cuenta de que es muy pedante de mi parte puntuar la música que hacen otros. ¿Con qué criterio puedo hacerlo, si no estudié música y no hago música? Yo analizo la música como oyente, e intento transmitir lo que me provoca, y no creo que mi analfabetismo musical me impida hacerlo, porque al fin y al cabo, los músicos hacen música para nosotros, los no músicos. Pero, al margen de esto, creo que no es necesaria la manía de catalogar todo, y de establecer quirúrgicamente que un disco de los Zombies vale 0.5 más que un disco de Nirvana (además de que es bastante ridículo comparar obras tan distintas con el mismo sistema). Así que, desde ahora, me voy a limitar a escribir sobre discos que me gustan y que recomiendo. Tampoco voy a escribir sobre discos que no me gusten, ya que no estaría aportando más que cizaña, y el verdadero objetivo de este blog es el de contribuir un poquito en la difusión y el intercambio de  la música que considero interesante.
 Dicho esto, pasemos a hablar de Y nosotros sin el sol. Desde el principio quiero dejar en claro que me parece un disco maravilloso, y mucho más considerando que es el debut solista de Guilo. Según la información del álbum en Youtube, el disco “tiene como eje a la canción”. Y esto es lo primero que hay que recalcar. El disco es encarado a partir de las canciones, todas ellas claramente diferenciadas, con una estrofa y un estribillo, y perfectamente trabajadas.
 Porque es cierto que el eje es la canción, algo que suena reivindicativo. Pero es a partir de la canción que se trabaja, y se le agregan capas sonoras que la embellecen y le otorgan identidad propia. Y es importante hacer énfasis en el verbo “trabajar”, porque es lo que más salta a la vista. Cada canción, cada línea, cada nota está perfectamente pensada y perfectamente interpretada. El disco ofrece una gran variedad de estilos, de instrumentación, de climas, de colores. En cada canción, Guilo eligió lo que la música le pedía. Como resultado, tenemos una pintura multicolor y muy bella, y aún los momentos más simples no se nos presentan para nada simples: Guilo elige la exuberancia frente al despojo, y yo no podría estar más agradecido.
 A mi entender, el disco presenta dos tipos de canciones claramente diferenciados. Tenemos, por un lado, las canciones luminosas y alegres, que muestran el lado más pop de la obra. Por otra parte, están los temas más tristes, más densos, que suenan ideales para un día de lluvia. Incluso parecería que las emociones se van intercalando: una canción alegre, una canción triste. Lo interesante del disco es que siempre, en algún lugar, hay un dejo de melancolía en las canciones más alegres, y un dejo de alegría en las canciones más melancólicas. Cada uno lo encontrará en lugares distintos. A pesar de estas caras que puedo reconocer, las canciones no suenan similares entre sí: cada una es un universo en sí misma, y a su vez, cada una se integra perfectamente con las demás. Estas dualidades (alegría-tristeza, independencia-integralidad) no hacen más que demostrar la inteligencia del proyecto.
 Pero hablando en estos términos pareciera que estoy haciendo un análisis matemático. Y la verdad es que el disco es hermoso, más allá de lo bien trabajado que esté. Hay discos perfectamente pensados y realizados y que, sin embargo, no mueven un pelo: éste no es el caso. Se trasluce el amor de Guilo por la música detrás de cada nota, el cariño con el que trata a sus canciones. Esto nos llega perfectamente, y las canciones terminan moviéndonos en nuestro interior. A través de las sucesivas escuchas, Y nosotros sin el sol se nos va haciendo cada vez más cálido, y es algo que no sé si puedo explicar muy bien, pero escuchándolo, uno se siente como en casa.

 El disco comienza con una línea de guitarra que suena como abrir la ventana en un sábado soleado. Se trata de Vampiros, un pop fenomenal y cortito que abre el disco con una melodía saltarina y muchísima energía.
 Luego suena la que yo creo que es mi favorita del disco, Colibrí. Una línea de piano hermosa y melancólica nos introduce a la canción, que tiene una letra tan hermosa como su melodía, líneas de guitarra muy otoñales y un final realmente fantástico en el que la canción se eleva en intensidad para luego volver a hacerse chiquita y cerrar de una manera perfecta. ¡Y tiene campanitas! Amo las canciones con campanitas.
 A los rayos del sol le hace caso a su título y vuelve a cantarle a la energía, al sol radiante y a la felicidad hecha estribillo, confirmando el gran arranque del disco.
 Disco que continúa con Trenes, pieza que compite con Colibrí en cuanto a mi preferida personal. Trenes es una canción de ritmo sosegado y muy emotiva, con un dejo definitivamente nostálgico en el acordeón que le sirve de columna vertebral. La imagen es muy bella, con la letra e incluso el título (me imagino el último tren del país partiendo bajo el sol matutino) haciendo juego. Además, la cantante invitada Alina Gandini no podría hacerlo mejor. La canción sigue la misma tónica de Colibrí, alcanzando una intensidad majestuosa para luego apaciguarse y terminar bajitas.
 A continuación tenemos la canción que da nombre al disco, Y nosotros sin el sol. Se podría decir que es una combinación entre las canciones anteriores, ya que tiene elementos muy luminosos y otras pinceladas más oscuras, e incluso con unos amagues jazzeros en el medio. La melodía es repetitiva, pero funciona como mantra y logra adherirse en la mente con facilidad.
 La segunda mitad del disco arranca con Este momento, una canción muy bella, cortita y folklórica con un acompañamiento instrumental muy minimalista.
 El plato fuerte de esta segunda mitad se encuentra en La última estrella, una zamba realmente preciosa que cuenta con juegos de voces fantásticos y un piano infinito.
 Entre sueños vuelve a la fórmula de las primeras canciones: un pop tal vez más corto y enérgico, con un estribillo arrollador. Sin embargo, noto cierto agridulce en el estribillo. Tal vez es un simple efecto de que esté situada más al final, pero la cuestión es que la melodía del estribillo tiene algo que me fascina y no sé bien cómo definirlo. En fin.
 Antes del fin se encuentra, justamente, antes del final, y lo introduce con un piano muy bello que constituye el único instrumental del disco.
 El disco concluye con Un cielo dice adiós, un cierre épico del disco que, particularmente, no me termina de convencer. No es una canción mala, y tiene momentos realmente poderosos como los oscuros coros del medio acompañando a las cuerdas, o el final que parece sacado de un disco de Queen. Pero en general me da la impresión de que se busca una grandilocuencia algo exagerada que no se condice con el tono general del disco. En ese sentido, hubiera preferido alguna otra gema sencilla como Este momento. De todas formas, más allá de esta apreciación, no es algo que empañe el disco en su conjunto, está de más aclararlo.

Básicamente, tanto el cielo como el disco dicen adiós, pero esperemos que Guilo no diga adiós. Es refrescante saber que hay gente con tanto talento y con tanta creatividad haciendo cosas como éstas, más aún teniendo en cuenta el esfuerzo que todos sabemos que necesita un músico que circula por fuera del mainstream para poder redondear su arte. Un disco maravilloso, con muchos pasajes de alto vuelo, melodías que se inscriben en el recuerdo y una atmósfera preciosa e ideal para mejorar el ánimo en todo momento. ¡Salud, Guilo

lunes, 14 de septiembre de 2015

Introducción a Pink Floyd

 Pink Floyd (además de tener uno de los nombres más geniales que jamás haya podido tener una banda), siempre será una de mis bandas favoritas. Fue la primera banda que me hechizó, la primera banda de la que me convertí en fan, y gracias a ella comencé definitivamente a conocer el maravilloso mundo del rock. En síntesis, esta banda abrió las puertas de mi mente. Y eso no lo hace cualquiera.
 Como toda banda clásica, tiene sus múltiples detractores. Una de las críticas que le hacen es que Pink Floyd no vale nada sin sus efectos especiales. Y es verdad: discos como Dark Side Of The Moon o The Wall, apabullan al oyente por todos lados con efectos asombrosos como aviones, corazones latiendo, relojes, cajas registradoras o muros derribándose. Pero me parece realmente necio e ignorante decir que estos efectos “tapaban” de alguna manera la pobreza musical de la banda. ¿Perdón? Si realmente me importaran los efectos, saldría a la calle y los escucharía gratis. Se pueden hacer críticas fundamentadas, argumentando una opinión sobre determinada banda, pero cosas como éstas realmente me hacen pensar que la gente que opina esto no está del todo cuerda. Además, después de todo esos efectos son parte de la banda, así que tampoco tiene sentido. Sería como decir que Stairway To Heaven no sería nada sin el solo o que los Beatles no serían nada sin sus melodías. 
 Otros critican la falta de virtuosismo en los integrantes, y también tendré que concordar: salvo Gilmour, los demás instrumentistas eran simplemente competentes, y en este caso no puedo utilizar la excusa que usé con los Beatles, porque en el rock progresivo es más “necesario” el virtuosismo. Realmente no me importa mucho. Primero porque hay miles de tipos que son una máquina de tocar, y lo desperdician. Floyd, en cambio, exprime hasta la última gota de recursos musicales en cada disco. Al igual que los Beatles, Floyd se destaca más por la composición que por la forma de tocar, pero mientras los Beatles se destacaban en las melodías y los arreglos, Pink Floyd se destacaba en crear pasajes musicales que despierten imágenes en la mente, que hagan aflorar sentimientos. ¿Alguien hizo una música tan atmosférica como Floyd? No lo creo. Cada canción de Floyd está perfectamente estructurada, seduce, atrae, emociona y fascina, aún sin demostrar ningún genio instrumental. Y es que no lo necesitan. ¿Para qué quiero escuchar un solo de 256 notas de Ymwgee Malmstein cuando un riff de 4 notas como el de Shine On You Crazy Diamond penetra en mi alma 1000000 veces más? Me parece mal criticar al grupo por su falta de virtuosismo: en todo caso, es una característica, ni buena ni mala, y si se critica eso también se deben reconocer otras virtudes de la banda. 
 Y es que no sé quien en su sano juicio puede negar las inmensas virtudes que tiene. Primero y principal, fue un grupo variado. Se pueden distinguir tres etapas muy claramente diferenciadas. La primera abarcaría solamente The Piper At The Gates Of Dawn, ya que es el único CD en el que actúa Syd Barrett, pero para mí se extiende hasta Atom Heart Mother. Esta etapa se caracteriza por la psicodelia alocada, demente y revolucionaria del primer disco, bajo la batuta de Syd, y luego la banda acusó el golpe de haber perdido a su líder, y divagó buscando un nuevo rumbo durante cuatro discos, pasando por música oscura, avant-garde, folk y suites sinfónicas. La segunda etapa va desde Meddle hasta The Wall, y es donde Pink Floyd al fin encuentra su sonido seductor, muy progresivo y atmosférico, más “comercial” si se quiere, pero infinitamente bello y placentero. Esto se da en Meddle, Dark Side Of The Moon y Wish You Were Here, y luego en Animals y The Wall el grupo vira en 180 grados hacia un sonido opresivo, furioso y muy rockero. A partir de aquí comienzan las desavenencias entre los integrantes, que derivan en la salida de Roger Waters de la banda, no sin antes sacar un “réquiem para la posguerra” que indicaba el camino que seguiría la carrera de Roger, preocupándose más por las (excelentes) letras que por la (mediocre) música. Los dos últimos álbumes son penosos intentos de Gilmour por revivir a la banda, pero el sonido ochentoso y new age de ésta etapa nunca puede acercarse a la grandeza que otrora había ostentado el grupo. Como pueden ver, el grupo es de una gran diversidad, y pasó por prácticamente todos los géneros posibles. 
 La etapa más reconocida de la banda es la segunda etapa, donde grabó sus mejores discos. Les repito, dudo que haya una banda con un sonido más intoxicante, más bello, más atmosférico, más seductor. Puede ser más rockero o más pop, más pulcro o más guitarrero, pero siempre nos maravillarán los efectos que pueden crear, con pasajes instrumentales de lo más emotivos que se pueden oír. Y es que Pink Floyd era una banda casi matemática en ese sentido. Ni una nota fuera de lugar, todo fríamente calculado y sin espacio para la más mínima improvisación (algo que se refleja en sus recitales), todo en la banda era una consciente exploración musical a fondo que buscaba exprimir todos los recursos posibles para dejar apabullado al oyente. La producción es siempre perfecta, lo que da aún más posibilidades a la banda de atacar al oyente por todos los flancos. Entonces, además de haber sido muy diversa como banda, su característica más importante es que son la definición del sonido. 
 Por último, están las letras, y vaya si son importantes. Además de emocionarnos musicalmente, Waters también logra hacernos reflexionar sobre la sociedad moderna. Y es por eso que Pink Floyd no es una banda de hits. Cada disco es un mundo en sí mismo, y las canciones pierden todo su poder sacándolas de contexto. Cada disco de Pink Floyd explora una temática distinta, y es así que veremos reflexiones sobre la vida en general, memorias (algo hipócritas) sobre su líder enloquecido, críticas a la industria musical, metáforas basadas en Rebelión En La Granja, óperas-rock que analizan la alienación del ser, y finalmente lo que yo considero el pico letrístico de Waters en The Final Cut, dando una reflexión desgarradora y sombría sobre lo terrible de las guerras. 
Entonces, Pink Floyd es una banda emotiva, no tan compleja, pero sí seductora, con un sonido atrapante, con letras emotivas, una producción bien cuidada y efectos de sonido por doquier. Un cocktail perfecto que logra lo que se buscaba: apabullar al oyente de las más infinitas sensaciones. 
 Pasemos entonces al repaso de los integrantes. Primeramente, el líder de la banda era un tal Syd Barrett. El problema de Syd era que se estaba bastante limado, y así tuvo que retirarse de la banda y de la música en sí. Si bien no me parece el genio absoluto de la banda, como afirman algunos, era muy talentoso para componer canciones psicodélicas, y sus canciones deben haber sido de las más delirantes y desquiciadas de este género. Por otra parte, me parece que su vida no concuerda con su historia. Rememoremos: una estrella de rock, cae en las drogas y enloquece. ¿Cuál es el final más probable? Cualquiera diría que se convertiría en un nuevo miembro del Club de los 27. Pero no, hete aquí que el tipo se retiró a vivir con sus padres y vivió hasta los 60 años, llevando una vida reposada y tranquila. ¿Habría que investigar cuál fue la falla, no? 
 El que tomó la posta del liderazgo fue Roger Waters. Le tomó algo de tiempo, pero luego demostró que era sin lugar a dudas uno de los mayores genios de la música popular. No sólo aportaba las letras y los conceptos, sino que también componía gran parte del material. Ya desde la época de Dark Side Of The Moon era el principal compositor, pero desde Animals desarrolló una egolatría inmensa que lo llevó a monopolizar por completo la producción musical del grupo, y compuso prácticamente solo un disco cuasi-perfecto como Animals y un tour de force inigualable como The Wall. Luego se le agotó la creatividad, pero es innegable que fue uno de los mayores compositores de la historia del rock. Como bajista no era la gran cosa, pero aportó algunos momentos sensacionales como One Of These Days o Money. 
 David Gilmour fue el otro miembro más importante del grupo. Ingresó en reemplazo de Syd y aportó al grupo su distintivo estilo de tocar la guitarra. Es el más competente instrumentista de la banda, pero tampoco es un gran virtuoso que digamos. Sin embargo, es uno de mis guitarristas favoritos, ya que posee un estilo único. Calculado, matemático, pero para nada frío, no tira mil notas por segundo pero las tres que tira las tira en el lugar exacto. Su sonido tan característico de guitarra, seductor, conmovedor y único, es uno de los factores más singulares de la banda. Como era de esperarse, sus solos y líneas de guitarra son increíblemente emotivos, además de aportar algunas innovaciones como el magnífico efecto de Another Brick On The Wall. Remitirse al hermoso solo de Comfortably Numb, al solo frenético de Shine On You Crazy Diamond o a su sublime performance en Dogs para saber de qué hablo. Es también un gran vocalista, con una voz reposada y grave que contrasta con el histrionismo de Waters. Compositivamente aportó mucho y muy bueno hasta la llegada del monopolio de Waters. 
 Richard Wright era el tecladista de la banda. Uno muy bueno, por cierto. En la etapa psicodélica de la banda, fue el sostén del sonido esquizofrénico del grupo a base de líneas de teclado brillantemente ácidas como la de Take Up Thy Sthetoscope And Walk, y luego en los ’70 brilló con los sintetizadores, como la introducción perfecta de Shine On You Crazy Diamond o la performance bestialmente macabra de Welcome To The Machine. 
 Nick Mason era el baterista, y no era muy destacable que digamos, pero cumplía, y tuvo algunos momentos verdaderamente buenos como en Time
 En fin, la banda con el sonido más seductor del planeta. Hoy en día no la escucho demasiado, pero sigue siendo una de mis bandas favoritas. Siempre es un placer escuchar la música de Pink Floyd. Además, considero que Pink Floyd sirve muy bien de “nexo” para alguien que quiere empezar a escuchar música rara o no tan comercial. Si quieren iniciar a algún niño en el hermoso mundo del rock, no se anden con esas mariconeadas de música for babies: enciérrenlo en una pieza con parlantes holofónicos y pónganle Dark side of the moon a todo volumen. Ese chico va a salir con la mente volada, se los aseguro.
 Pink Floyd, señoras y señores. La banda quintaesencial de los años setenta. Disfrútenla.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Polenta y Figaris (2012) - Bad Manu


Puntuación: 8+

Mejor canción: Tanto tanto

Tracklist
1. Todo mi pelo huele a café
2. Tomi plastilina
3. No puedo seguirte
4. Entonces paseaba por el súper
5. Hiciste mal
6. Josefina
7. No me digas que te patié
8. Alguien sano
9. Linda
10. Tanto tanto


 Como mencioné en mi emotiva (?) carta de regreso al blog, en todo este tiempo anduve escuchando mucha música nacional y actual. Hace no mucho tiempo, yo era uno de los “jóvenes de ayer” que sostenía que, en la actualidad, prácticamente todas las bandas de rock eran una mierda. Añoraba las gloriosas épocas de antaño, y me lamentaba por la mercantilización de la música.
 Por suerte, una maraña de páginas web, blogs, programas, publicaciones, videos y demás herramientas que generosamente nos brinda esta era digital me hicieron cambiar de opinión. Hoy en día, estoy convencido de que esta época tiene tanto para brindar como cualquier otra. Tal vez no haya un movimiento tan grande, tal vez sea más difícil encontrar piezas que rompan esquemas, tal vez la buena música que el día de ayer hubiera formado parte del mainstream hoy sobrevive en un círculo pequeño y autogestivo. Pero puedo asegurar que hoy hay una variedad de propuestas increíble, en todas partes del mundo, y todas están a un clic de distancia. Podría nombrar muchas bandas actuales que hacen música hermosa, y no me considero un experto: es mucho más lo que todavía no conozco. Para el que sigue encerrado en la jaula cronológica, tengo un solo consejo: despertar. Asumir un rol activo y comenzar a buscar nueva música. Les aseguro que es una tarea interminable y hermosa.
 Toda esta perorata sirve para introducir Polenta y Figaris, el álbum debut del adorable Bad Manu. La banda es un proyecto personal del propio Bad Manu, que compone todas las diez canciones que conforman el disco. Y si lo califiqué de “adorable”, es porque creo que es el adjetivo que mejor encaja con el sonido de Polenta y Figaris. Todo parece bastante infantil, y de todos los músicos que pululan por el under con una estética aniñada, es al que más le creo. Para esto se me ocurren varias explicaciones: las melodías son siempre saltarinas, las letras tienen un encanto muy particular, y sobre todo, la voz de Bad Manu no parece la voz de un cantante, sino la de un chico que canta. Escuchando este disco, a uno le parece prácticamente imposible que Bad Manu sea una mala persona.
 En el plano más estrictamente musical, podría catalogarse tranquilamente como un disco de pop. Los temas son todos muy pegadizos, y las melodías, como dije, son muy divertidas. Tal vez los arreglos sean el aspecto que más deja que desear. Compositivamente, el sonido es muy distintivo, y los arreglos, por el contrario, muchas veces no suenan tan originales.  De todos modos, suenan siempre sobrios y cumplen su función, y el disfrute de la música en ningún momento se ve alterado. La escasa longitud del disco y lo hermoso de las letras, que combinan simpleza y entreveramiento, terminan de completar una experiencia de puro desparpajo.

 Polenta y Figaris empieza con Todo mi pelo huele a café, una cancioncita ideal para arrancar el disco. En tan sólo un minuto y medio, se despacha con una melodía preciosa, unas guitarras rancheras y un aire despreocupado realmente fascinante.
 Luego aparecen unos platillos que acompañan a un riff bastante rockero. Se trata de Tomi plastilina, que rápidamente se transforma en una pieza deliciosamente bailable, con una melodía frenética, un bajo fenomenal y un estribillo memorable que hace saltar de alegría a cualquiera y tiene una letra de amor maravillosa (“Te propongo que bailemos juntos / Te propongo que bailemos lentos / Te propongo que desayunemos aunque esté oscureciendo”).
 No puedo seguirte mantiene la misma tónica que el tema anterior, pero es igual de genial. El ritmo de la batería invita a bailar, la melodía es saltarina y el estribillo es increíblemente pegadizo. La letra es absolutamente fantástica, con frases gloriosas como “Dejás en ridículo a Oscar Wilde” o “En horas extrañas a caminar / Deseándole a Bolivia salir al mar / Vos tocabas el tema con discreción / Lo charlamos con prostitutas”.
 Una secuencia movediza y melódica parece indicar que el álbum va a seguir en la misma onda, pero luego una guitarra acústica la interrumpe. Se trata de Entonces paseaba por el súper, que en los dos minutos que le quedan transcurre como un tema lento con otra linda melodía y unas guitarras distorsionadas que podrían sonar muy fuera de lugar pero, increíblemente, encajan perfecto. Lo más destacable de la canción, sin embargo, es la manera adorable en la que Bad Manu estira las últimas silabas de cada estrofa (escala-la-la / mañana-na-na).
 Hiciste mal es un tema lento y con aires de himno, con una coda épica de sintetizador. La canción no sería tan destacable si no fuera por la, nuevamente, increíble actuación vocal de Bad Manu, que despliega miles de trucos para divertir al oyente y musicalizar la prosa. El “hiciste bad” de la segunda estrofa, el risueño “combate-e-e-e-e” o el efecto burbujeante de “los amigos caen vencido-o-o-o-o-o-o-o-o-s”. ¡Qué inventiva! Bad Manu es un claro ejemplo de cómo se puede cantar muy bien sin cantar bien.
 Luego pasamos a Josefina, una canción hermosa con otra melodía formidablemente infantil y un falso final que desemboca en una parte más rápida que hace gala de una de las mejores frases que podría incluir una canción de amor: “También quiero decirte que no es menor de edad / Eso fue para molestarte”. Toda la letra es perfecta, y es una muestra cabal del estilo de Bad Manu. Son todos temas de amor, pero la manera de encararlos es siempre rara. Muy infantil (“Mi ropa interior / Que mamá me lavó y a la vez destiñó / Mi remera de Sherlock Holmes / Que escribió Conan Doyle”), muy de elogiar acciones en lugar de cualidades (“Josefina escucha Sex Pistols”) o hasta de elogiarse a sí mismo (“En mi espacio interior / Lo capo que soy”). En cualquier caso, escuchar las letras es siempre una fuente de placer irreverente, porque siempre agarran para el lado que se suponía que no era el indicado.
 El disco continúa en un nivel altísimo con la genial No me digas que te patié. Amén de la correcta incorrección gramatical, la canción es divertidísima y parece sacada de un dibujito animado. Sobre el final, se transforma de la nada en una preciosa y desesperada plegaria de amor incorrespondido. Bad Manu intenta disimular su estado de ánimo cantando cosas caricaturescas, pero inevitablemente termina hablando de su chica, en un momento muy bello y emotivo: “Seis meses intentando decirte algo como / Quiero verte más que a nadie y contarle a todos lo bien que me hacés / Intento entender qué hay dentro tuyo, qué es lo que te gusta y qué soy para vos / Parece que al final estoy hablando de vos otra vez / Tendría que evitarlo”.
 Sobre el final, el disco comienza a adquirir un dejo más melancólico. En Alguien sano, sin embargo, esto todavía es muy sutil, y la canción sigue siendo básicamente un pop muy melódico y enérgico con efectos como de drones sobrevolando el cielo.
 Linda, en cambio, es ya una canción eminentemente triste, con una extensa y triste coda que incluye un gran juego de palabras (“Bien es (o vienes) el día en que todo parece estar / Mal  es el día en que todo parece estar”). Noten la gran teatralización del “En que finalmente me encuentro cansado”: eso es ponerse en la piel del personaje.
 El disco termina con mi canción favorita, la hermosa Tanto tanto. Es mi favorita porque cuenta con una melodía muy linda y sobrecogedora, guitarras deliciosas por doquier, un maullido de Bad Manu (¡!) y un estupendo riff final que parece rockero y termina sonando casi como sonido de fábrica y sirviendo de telón al recitado del precioso poema de Roberto Juarroz con el que concluye el tema. Pero lo que más me gusta es la letra. Como siempre, el tópico es el amor, pero pocas veces vi una letra de amor tan original, tan única: “Dijiste que sobran las canciones de amor / Mi repertorio quedó vacío / Dijiste que aburren los recursos del rock / Y su predecible rima / Mi poesía es de lo peor y ahora empieza la simulación / De un crimen o un asalto al banco / Para llamarte la atención / Una piedra en una ventana de un colegio primario”. Brillante. El álbum concluye con un poema muy bello de Roberto Juarroz que dice lo siguiente: “Pienso que en este momento / Tal vez nadie en el universo piensa en mí / Que sólo yo me pienso / Y si ahora muriese / Nadie, ni yo, me pensaría / Y aquí empieza el abismo / Como cuando me duermo / Soy mi propio sostén y me lo quito / Contribuyo a tapizar de ausencia todo / Es por esto / Que pensar en un hombre / Se parece a salvarlo.
 De esta manera perfecta termina este muy buen disco pop. Disfrútenlo tal como lo hice yo.