lunes, 14 de septiembre de 2015

Introducción a Pink Floyd

 Pink Floyd (además de tener uno de los nombres más geniales que jamás haya podido tener una banda), siempre será una de mis bandas favoritas. Fue la primera banda que me hechizó, la primera banda de la que me convertí en fan, y gracias a ella comencé definitivamente a conocer el maravilloso mundo del rock. En síntesis, esta banda abrió las puertas de mi mente. Y eso no lo hace cualquiera.
 Como toda banda clásica, tiene sus múltiples detractores. Una de las críticas que le hacen es que Pink Floyd no vale nada sin sus efectos especiales. Y es verdad: discos como Dark Side Of The Moon o The Wall, apabullan al oyente por todos lados con efectos asombrosos como aviones, corazones latiendo, relojes, cajas registradoras o muros derribándose. Pero me parece realmente necio e ignorante decir que estos efectos “tapaban” de alguna manera la pobreza musical de la banda. ¿Perdón? Si realmente me importaran los efectos, saldría a la calle y los escucharía gratis. Se pueden hacer críticas fundamentadas, argumentando una opinión sobre determinada banda, pero cosas como éstas realmente me hacen pensar que la gente que opina esto no está del todo cuerda. Además, después de todo esos efectos son parte de la banda, así que tampoco tiene sentido. Sería como decir que Stairway To Heaven no sería nada sin el solo o que los Beatles no serían nada sin sus melodías. 
 Otros critican la falta de virtuosismo en los integrantes, y también tendré que concordar: salvo Gilmour, los demás instrumentistas eran simplemente competentes, y en este caso no puedo utilizar la excusa que usé con los Beatles, porque en el rock progresivo es más “necesario” el virtuosismo. Realmente no me importa mucho. Primero porque hay miles de tipos que son una máquina de tocar, y lo desperdician. Floyd, en cambio, exprime hasta la última gota de recursos musicales en cada disco. Al igual que los Beatles, Floyd se destaca más por la composición que por la forma de tocar, pero mientras los Beatles se destacaban en las melodías y los arreglos, Pink Floyd se destacaba en crear pasajes musicales que despierten imágenes en la mente, que hagan aflorar sentimientos. ¿Alguien hizo una música tan atmosférica como Floyd? No lo creo. Cada canción de Floyd está perfectamente estructurada, seduce, atrae, emociona y fascina, aún sin demostrar ningún genio instrumental. Y es que no lo necesitan. ¿Para qué quiero escuchar un solo de 256 notas de Ymwgee Malmstein cuando un riff de 4 notas como el de Shine On You Crazy Diamond penetra en mi alma 1000000 veces más? Me parece mal criticar al grupo por su falta de virtuosismo: en todo caso, es una característica, ni buena ni mala, y si se critica eso también se deben reconocer otras virtudes de la banda. 
 Y es que no sé quien en su sano juicio puede negar las inmensas virtudes que tiene. Primero y principal, fue un grupo variado. Se pueden distinguir tres etapas muy claramente diferenciadas. La primera abarcaría solamente The Piper At The Gates Of Dawn, ya que es el único CD en el que actúa Syd Barrett, pero para mí se extiende hasta Atom Heart Mother. Esta etapa se caracteriza por la psicodelia alocada, demente y revolucionaria del primer disco, bajo la batuta de Syd, y luego la banda acusó el golpe de haber perdido a su líder, y divagó buscando un nuevo rumbo durante cuatro discos, pasando por música oscura, avant-garde, folk y suites sinfónicas. La segunda etapa va desde Meddle hasta The Wall, y es donde Pink Floyd al fin encuentra su sonido seductor, muy progresivo y atmosférico, más “comercial” si se quiere, pero infinitamente bello y placentero. Esto se da en Meddle, Dark Side Of The Moon y Wish You Were Here, y luego en Animals y The Wall el grupo vira en 180 grados hacia un sonido opresivo, furioso y muy rockero. A partir de aquí comienzan las desavenencias entre los integrantes, que derivan en la salida de Roger Waters de la banda, no sin antes sacar un “réquiem para la posguerra” que indicaba el camino que seguiría la carrera de Roger, preocupándose más por las (excelentes) letras que por la (mediocre) música. Los dos últimos álbumes son penosos intentos de Gilmour por revivir a la banda, pero el sonido ochentoso y new age de ésta etapa nunca puede acercarse a la grandeza que otrora había ostentado el grupo. Como pueden ver, el grupo es de una gran diversidad, y pasó por prácticamente todos los géneros posibles. 
 La etapa más reconocida de la banda es la segunda etapa, donde grabó sus mejores discos. Les repito, dudo que haya una banda con un sonido más intoxicante, más bello, más atmosférico, más seductor. Puede ser más rockero o más pop, más pulcro o más guitarrero, pero siempre nos maravillarán los efectos que pueden crear, con pasajes instrumentales de lo más emotivos que se pueden oír. Y es que Pink Floyd era una banda casi matemática en ese sentido. Ni una nota fuera de lugar, todo fríamente calculado y sin espacio para la más mínima improvisación (algo que se refleja en sus recitales), todo en la banda era una consciente exploración musical a fondo que buscaba exprimir todos los recursos posibles para dejar apabullado al oyente. La producción es siempre perfecta, lo que da aún más posibilidades a la banda de atacar al oyente por todos los flancos. Entonces, además de haber sido muy diversa como banda, su característica más importante es que son la definición del sonido. 
 Por último, están las letras, y vaya si son importantes. Además de emocionarnos musicalmente, Waters también logra hacernos reflexionar sobre la sociedad moderna. Y es por eso que Pink Floyd no es una banda de hits. Cada disco es un mundo en sí mismo, y las canciones pierden todo su poder sacándolas de contexto. Cada disco de Pink Floyd explora una temática distinta, y es así que veremos reflexiones sobre la vida en general, memorias (algo hipócritas) sobre su líder enloquecido, críticas a la industria musical, metáforas basadas en Rebelión En La Granja, óperas-rock que analizan la alienación del ser, y finalmente lo que yo considero el pico letrístico de Waters en The Final Cut, dando una reflexión desgarradora y sombría sobre lo terrible de las guerras. 
Entonces, Pink Floyd es una banda emotiva, no tan compleja, pero sí seductora, con un sonido atrapante, con letras emotivas, una producción bien cuidada y efectos de sonido por doquier. Un cocktail perfecto que logra lo que se buscaba: apabullar al oyente de las más infinitas sensaciones. 
 Pasemos entonces al repaso de los integrantes. Primeramente, el líder de la banda era un tal Syd Barrett. El problema de Syd era que se estaba bastante limado, y así tuvo que retirarse de la banda y de la música en sí. Si bien no me parece el genio absoluto de la banda, como afirman algunos, era muy talentoso para componer canciones psicodélicas, y sus canciones deben haber sido de las más delirantes y desquiciadas de este género. Por otra parte, me parece que su vida no concuerda con su historia. Rememoremos: una estrella de rock, cae en las drogas y enloquece. ¿Cuál es el final más probable? Cualquiera diría que se convertiría en un nuevo miembro del Club de los 27. Pero no, hete aquí que el tipo se retiró a vivir con sus padres y vivió hasta los 60 años, llevando una vida reposada y tranquila. ¿Habría que investigar cuál fue la falla, no? 
 El que tomó la posta del liderazgo fue Roger Waters. Le tomó algo de tiempo, pero luego demostró que era sin lugar a dudas uno de los mayores genios de la música popular. No sólo aportaba las letras y los conceptos, sino que también componía gran parte del material. Ya desde la época de Dark Side Of The Moon era el principal compositor, pero desde Animals desarrolló una egolatría inmensa que lo llevó a monopolizar por completo la producción musical del grupo, y compuso prácticamente solo un disco cuasi-perfecto como Animals y un tour de force inigualable como The Wall. Luego se le agotó la creatividad, pero es innegable que fue uno de los mayores compositores de la historia del rock. Como bajista no era la gran cosa, pero aportó algunos momentos sensacionales como One Of These Days o Money. 
 David Gilmour fue el otro miembro más importante del grupo. Ingresó en reemplazo de Syd y aportó al grupo su distintivo estilo de tocar la guitarra. Es el más competente instrumentista de la banda, pero tampoco es un gran virtuoso que digamos. Sin embargo, es uno de mis guitarristas favoritos, ya que posee un estilo único. Calculado, matemático, pero para nada frío, no tira mil notas por segundo pero las tres que tira las tira en el lugar exacto. Su sonido tan característico de guitarra, seductor, conmovedor y único, es uno de los factores más singulares de la banda. Como era de esperarse, sus solos y líneas de guitarra son increíblemente emotivos, además de aportar algunas innovaciones como el magnífico efecto de Another Brick On The Wall. Remitirse al hermoso solo de Comfortably Numb, al solo frenético de Shine On You Crazy Diamond o a su sublime performance en Dogs para saber de qué hablo. Es también un gran vocalista, con una voz reposada y grave que contrasta con el histrionismo de Waters. Compositivamente aportó mucho y muy bueno hasta la llegada del monopolio de Waters. 
 Richard Wright era el tecladista de la banda. Uno muy bueno, por cierto. En la etapa psicodélica de la banda, fue el sostén del sonido esquizofrénico del grupo a base de líneas de teclado brillantemente ácidas como la de Take Up Thy Sthetoscope And Walk, y luego en los ’70 brilló con los sintetizadores, como la introducción perfecta de Shine On You Crazy Diamond o la performance bestialmente macabra de Welcome To The Machine. 
 Nick Mason era el baterista, y no era muy destacable que digamos, pero cumplía, y tuvo algunos momentos verdaderamente buenos como en Time
 En fin, la banda con el sonido más seductor del planeta. Hoy en día no la escucho demasiado, pero sigue siendo una de mis bandas favoritas. Siempre es un placer escuchar la música de Pink Floyd. Además, considero que Pink Floyd sirve muy bien de “nexo” para alguien que quiere empezar a escuchar música rara o no tan comercial. Si quieren iniciar a algún niño en el hermoso mundo del rock, no se anden con esas mariconeadas de música for babies: enciérrenlo en una pieza con parlantes holofónicos y pónganle Dark side of the moon a todo volumen. Ese chico va a salir con la mente volada, se los aseguro.
 Pink Floyd, señoras y señores. La banda quintaesencial de los años setenta. Disfrútenla.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Polenta y Figaris (2012) - Bad Manu


Puntuación: 8+

Mejor canción: Tanto tanto

Tracklist
1. Todo mi pelo huele a café
2. Tomi plastilina
3. No puedo seguirte
4. Entonces paseaba por el súper
5. Hiciste mal
6. Josefina
7. No me digas que te patié
8. Alguien sano
9. Linda
10. Tanto tanto


 Como mencioné en mi emotiva (?) carta de regreso al blog, en todo este tiempo anduve escuchando mucha música nacional y actual. Hace no mucho tiempo, yo era uno de los “jóvenes de ayer” que sostenía que, en la actualidad, prácticamente todas las bandas de rock eran una mierda. Añoraba las gloriosas épocas de antaño, y me lamentaba por la mercantilización de la música.
 Por suerte, una maraña de páginas web, blogs, programas, publicaciones, videos y demás herramientas que generosamente nos brinda esta era digital me hicieron cambiar de opinión. Hoy en día, estoy convencido de que esta época tiene tanto para brindar como cualquier otra. Tal vez no haya un movimiento tan grande, tal vez sea más difícil encontrar piezas que rompan esquemas, tal vez la buena música que el día de ayer hubiera formado parte del mainstream hoy sobrevive en un círculo pequeño y autogestivo. Pero puedo asegurar que hoy hay una variedad de propuestas increíble, en todas partes del mundo, y todas están a un clic de distancia. Podría nombrar muchas bandas actuales que hacen música hermosa, y no me considero un experto: es mucho más lo que todavía no conozco. Para el que sigue encerrado en la jaula cronológica, tengo un solo consejo: despertar. Asumir un rol activo y comenzar a buscar nueva música. Les aseguro que es una tarea interminable y hermosa.
 Toda esta perorata sirve para introducir Polenta y Figaris, el álbum debut del adorable Bad Manu. La banda es un proyecto personal del propio Bad Manu, que compone todas las diez canciones que conforman el disco. Y si lo califiqué de “adorable”, es porque creo que es el adjetivo que mejor encaja con el sonido de Polenta y Figaris. Todo parece bastante infantil, y de todos los músicos que pululan por el under con una estética aniñada, es al que más le creo. Para esto se me ocurren varias explicaciones: las melodías son siempre saltarinas, las letras tienen un encanto muy particular, y sobre todo, la voz de Bad Manu no parece la voz de un cantante, sino la de un chico que canta. Escuchando este disco, a uno le parece prácticamente imposible que Bad Manu sea una mala persona.
 En el plano más estrictamente musical, podría catalogarse tranquilamente como un disco de pop. Los temas son todos muy pegadizos, y las melodías, como dije, son muy divertidas. Tal vez los arreglos sean el aspecto que más deja que desear. Compositivamente, el sonido es muy distintivo, y los arreglos, por el contrario, muchas veces no suenan tan originales.  De todos modos, suenan siempre sobrios y cumplen su función, y el disfrute de la música en ningún momento se ve alterado. La escasa longitud del disco y lo hermoso de las letras, que combinan simpleza y entreveramiento, terminan de completar una experiencia de puro desparpajo.

 Polenta y Figaris empieza con Todo mi pelo huele a café, una cancioncita ideal para arrancar el disco. En tan sólo un minuto y medio, se despacha con una melodía preciosa, unas guitarras rancheras y un aire despreocupado realmente fascinante.
 Luego aparecen unos platillos que acompañan a un riff bastante rockero. Se trata de Tomi plastilina, que rápidamente se transforma en una pieza deliciosamente bailable, con una melodía frenética, un bajo fenomenal y un estribillo memorable que hace saltar de alegría a cualquiera y tiene una letra de amor maravillosa (“Te propongo que bailemos juntos / Te propongo que bailemos lentos / Te propongo que desayunemos aunque esté oscureciendo”).
 No puedo seguirte mantiene la misma tónica que el tema anterior, pero es igual de genial. El ritmo de la batería invita a bailar, la melodía es saltarina y el estribillo es increíblemente pegadizo. La letra es absolutamente fantástica, con frases gloriosas como “Dejás en ridículo a Oscar Wilde” o “En horas extrañas a caminar / Deseándole a Bolivia salir al mar / Vos tocabas el tema con discreción / Lo charlamos con prostitutas”.
 Una secuencia movediza y melódica parece indicar que el álbum va a seguir en la misma onda, pero luego una guitarra acústica la interrumpe. Se trata de Entonces paseaba por el súper, que en los dos minutos que le quedan transcurre como un tema lento con otra linda melodía y unas guitarras distorsionadas que podrían sonar muy fuera de lugar pero, increíblemente, encajan perfecto. Lo más destacable de la canción, sin embargo, es la manera adorable en la que Bad Manu estira las últimas silabas de cada estrofa (escala-la-la / mañana-na-na).
 Hiciste mal es un tema lento y con aires de himno, con una coda épica de sintetizador. La canción no sería tan destacable si no fuera por la, nuevamente, increíble actuación vocal de Bad Manu, que despliega miles de trucos para divertir al oyente y musicalizar la prosa. El “hiciste bad” de la segunda estrofa, el risueño “combate-e-e-e-e” o el efecto burbujeante de “los amigos caen vencido-o-o-o-o-o-o-o-o-s”. ¡Qué inventiva! Bad Manu es un claro ejemplo de cómo se puede cantar muy bien sin cantar bien.
 Luego pasamos a Josefina, una canción hermosa con otra melodía formidablemente infantil y un falso final que desemboca en una parte más rápida que hace gala de una de las mejores frases que podría incluir una canción de amor: “También quiero decirte que no es menor de edad / Eso fue para molestarte”. Toda la letra es perfecta, y es una muestra cabal del estilo de Bad Manu. Son todos temas de amor, pero la manera de encararlos es siempre rara. Muy infantil (“Mi ropa interior / Que mamá me lavó y a la vez destiñó / Mi remera de Sherlock Holmes / Que escribió Conan Doyle”), muy de elogiar acciones en lugar de cualidades (“Josefina escucha Sex Pistols”) o hasta de elogiarse a sí mismo (“En mi espacio interior / Lo capo que soy”). En cualquier caso, escuchar las letras es siempre una fuente de placer irreverente, porque siempre agarran para el lado que se suponía que no era el indicado.
 El disco continúa en un nivel altísimo con la genial No me digas que te patié. Amén de la correcta incorrección gramatical, la canción es divertidísima y parece sacada de un dibujito animado. Sobre el final, se transforma de la nada en una preciosa y desesperada plegaria de amor incorrespondido. Bad Manu intenta disimular su estado de ánimo cantando cosas caricaturescas, pero inevitablemente termina hablando de su chica, en un momento muy bello y emotivo: “Seis meses intentando decirte algo como / Quiero verte más que a nadie y contarle a todos lo bien que me hacés / Intento entender qué hay dentro tuyo, qué es lo que te gusta y qué soy para vos / Parece que al final estoy hablando de vos otra vez / Tendría que evitarlo”.
 Sobre el final, el disco comienza a adquirir un dejo más melancólico. En Alguien sano, sin embargo, esto todavía es muy sutil, y la canción sigue siendo básicamente un pop muy melódico y enérgico con efectos como de drones sobrevolando el cielo.
 Linda, en cambio, es ya una canción eminentemente triste, con una extensa y triste coda que incluye un gran juego de palabras (“Bien es (o vienes) el día en que todo parece estar / Mal  es el día en que todo parece estar”). Noten la gran teatralización del “En que finalmente me encuentro cansado”: eso es ponerse en la piel del personaje.
 El disco termina con mi canción favorita, la hermosa Tanto tanto. Es mi favorita porque cuenta con una melodía muy linda y sobrecogedora, guitarras deliciosas por doquier, un maullido de Bad Manu (¡!) y un estupendo riff final que parece rockero y termina sonando casi como sonido de fábrica y sirviendo de telón al recitado del precioso poema de Roberto Juarroz con el que concluye el tema. Pero lo que más me gusta es la letra. Como siempre, el tópico es el amor, pero pocas veces vi una letra de amor tan original, tan única: “Dijiste que sobran las canciones de amor / Mi repertorio quedó vacío / Dijiste que aburren los recursos del rock / Y su predecible rima / Mi poesía es de lo peor y ahora empieza la simulación / De un crimen o un asalto al banco / Para llamarte la atención / Una piedra en una ventana de un colegio primario”. Brillante. El álbum concluye con un poema muy bello de Roberto Juarroz que dice lo siguiente: “Pienso que en este momento / Tal vez nadie en el universo piensa en mí / Que sólo yo me pienso / Y si ahora muriese / Nadie, ni yo, me pensaría / Y aquí empieza el abismo / Como cuando me duermo / Soy mi propio sostén y me lo quito / Contribuyo a tapizar de ausencia todo / Es por esto / Que pensar en un hombre / Se parece a salvarlo.
 De esta manera perfecta termina este muy buen disco pop. Disfrútenlo tal como lo hice yo. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Meddle (1971) - Pink Floyd


Puntuación: 9

Mejor canción: Echoes

Tracklist
1. One Of These Days
2. A Pillow Of Winds
3. Fearless
4. San Tropez
5. Seamus
6. Echoes


 Aquí es, señores. En Atom Heart Mother, Pink Floyd habían empezado a enderezar su camino. Si todavía había algunas dudas o algunos intentos fallidos, en Meddle desaparecen: Pink Floyd encuentra su estilo y, a partir de este punto, se convertirá en una de las bandas más increíbles de la historia del rock.
 Pero, ¿cuál es ese estilo que aparece en Meddle? Progresivo, nada más ni nada menos. En Meddle, Pink Floyd se define ya como una banda de rock progresivo. Obviamente, al ser el primer disco, algunas ideas se irían puliendo, pero el sonido ya logra la profundidad y la resonancia del Pink Floyd clásico. La banda se inclina por las canciones largas, y busca generar atmósferas con cada nota, sin importar el tiempo que se necesite para desarrollar la idea. Las canciones de Meddle se deslizan con lentitud, con insistencia y elegancia, de manera tal que uno realmente logra meterse de lleno en cada una de ellas.
 Además, los climas que genera la música son muy diversos. Este es un aspecto importante: hay momentos muy oscuros, momentos pesados, momentos etéreos, momentos somnolientos, momentos frescos y jazzeros, hasta momentos bluseros. Al no ser un disco conceptual (luego de Meddle, Waters se enamoraría de los álbumes conceptuales, en un romance que dura hasta el día de hoy), la banda tiene más libertad para cambiar totalmente de rumbo en cada una de las canciones. El resultado es un disco muy fresco y variado, que crece con las sucesivas escuchas y nunca cansa. No obstante, también es cierto que, en los discos posteriores de Floyd, el concepto de cada uno aportaría un sentido de unidad y trascendencia que no se encuentra aquí en Meddle. En otras palabras, el impacto general del álbum no es tan certero.
 Pero, obviamente, esto no le resta ningún mérito. Meddle es un discazo, y conserva esa sensación mística y oscura de los primeros discos de la banda, que la fastuosa producción de los discos subsiguientes iría borrando. Pink Floyd encuentra su verdadero estilo, con una manera de hacer música muy elegante, muy precisa, muy profesional. Ya no les interesa experimentar, sino apabullar al oyente, llegarle por todos lados, generar verdaderos paisajes musicales. Muchos de los momentos más preciosos de la banda ya están aquí.
 Ah, y, por si esto fuera poco, está Echoes. Porque, en realidad, casi todo lo que dije sobre el álbum se encuentra también en Echoes, una extensa y maravillosa suite que engloba todas las sensaciones del disco en 23 minutos majestuosos. No es mi intención adelantarme: simplemente es importante decir que la sola presencia de Echoes le da el 9 al disco, y que es una de las experiencias musicales más preciosas que puede escuchar un ser humano.

 Pasemos a las canciones. El disco empieza con One Of These Days, un instrumental sencillamente demoledor. Comienza con un bajo pulsante muy simple, pero asesino, que parece venir masticando. Algunos ruidos de sintetizador completan la escena, y cuando se añaden la batería monolítica y esa perversa guitarra distorsionada, el ambiente ya es decididamente voraz. Hacia el minuto tres, Wright ensaya un sube y baja de sintetizadores muy oscuro, hasta que una voz monstruosa exclama “One of these days I’m going to cut you into little pieces”, y todo estalla en un rock sensacional y muy pesado, con líneas estupendas de guitarra y sintetizadores.
 Al instante comienza una hermosa cascada de guitarras acústicas, matizadas por unos punteos eléctricos que suenan como alguien desperezándose. Se trata de A Pillow Of Winds, y el contraste no podría ser más marcado. Es una balada larga y hermosa, con una de las atmósferas más maravillosamente perezosas que he experimentado. La primera mitad suena bastante oscura y misteriosa, pero en el minuto tres la canción se convierte en algo totalmente luminoso, como hamacándose bajo el sol. El efecto es increíble, porque uno no se da cuenta en realidad de qué es lo que cambió, pero se sumerge enteramente en este nuevo clima. Además, la letra de la primera parte habla, justamente, de las horas de sueño, mientras que la segunda parte habla del amanecer. ¡Y la melodía sigue siendo la misma! Brillante.
 A continuación tenemos Fearless, una canción que me resulta más prescindible. Tiene una linda melodía, y algunas geniales líneas de guitarra, pero se extiende demasiado y termina sonando monótona. Además, al minuto final aparece la hinchada del Liverpool cantando su himno (el legendario You’ll never walk alone). No sé qué buscaban con este agregado, pero el resultado es bastante tosco.
 Aunque cabe destacar que esta tosquedad hace que el inicio de San Tropez suene mucho más bello. Es una canción realmente deliciosa, con un ritmo altamente jazzero y sensual, una melodía muy elegante y preciosos solos de guitarra y piano. Es Pink Floyd en su lado más pop, y la verdad es que es excelente.
 Seamus no es más que un cortísimo ejercicio de blues, con unas buenas guitarras slide. Es una canción muy simple, y lo que más resalta de ella son los aullidos del perro, que era propiedad de Steve Marriott (el cantante de Small Faces) y se llamaba, justamente, Seamus.
 El lado B del disco está íntegramente ocupado por Echoes, una suite majestuosa que sobresalió enormemente por sobre el resto del álbum. Comienza con una nota aguda de piano, que suena como una gota cayendo sobre un plato. Los demás instrumentos se van agregando de a poco, y el resultado es un crescendo demoledor. Primero, el piano pasa a ejecutar una melodía misteriosa; luego, aparecen unos subyugantes punteos de Gilmour, y cuando aparece la batería, todo estalla en mil pedazos. Luego, esos pedazos se vuelven a armar, y se agregan además los platillos y un estupendo bajo. Una nueva explosión da paso a la canción en sí, con una melodía arrebatadoramente hermosa que se mantendrá a lo largo de toda la suite. Es una melodía simple, y el estribillo es casi lo mismo que las líneas que lo preceden, pero en conjunto logran una emotividad increíble. Para el estribillo, ya podemos sentir que volamos, y después de él aparece un riff descendente totalmente sádico, que luego sería calcado por El fantasma de la ópera. Luego de la segunda repetición de la melodía, el riff crece vorazmente hasta desembocar en un solo agudísimo y devastador de Gilmour. A los siete minutos, todo se disuelve, y comienza la segunda sección: un instrumental de blues muy potente, con un Gilmour tan maravilloso como siempre y un órgano sencillamente desquiciado. De a poco, esta sección se va apagando, y comienza la extensa y repudiada sección del medio. Ésta consiste en sonidos agudísimos de guitarra que imitan el canto de las ballenas. La atmósfera es ciertamente oscura: uno puede imaginarse de noche, perdido en el medio del océano. Sin embargo, es evidente que esta sección no logra emular la majestuosidad de las otras partes de la pieza, y afea un poco el conjunto. Al igual que en Atom Heart Mother, Pink Floyd no logra un fluir total de la suite, y tiene que insertar una sección experimental en el medio que hace que el resultado quede algo emparchado. De todos modos, la banda aprendería la lección, y cuatro años más tarde, la gloriosa Shine On You Crazy Diamond estaría dividida en dos partes. Luego de cuatro minutos de estos ruidos, vuelve a aparecer la misteriosa nota de piano que comenzaba la suite. La atmósfera se va tornando lúgubre, y nos prepara para los últimos diez minutos, que son uno de los momentos más magníficos en la historia del rock. Algunos sintetizadores que nos recuerdan a One Of These Days, una guitarra que suena desde la lejanía y una batería cada vez más potente anuncian una verdadera explosión. Esta explosión se produce a los 18 minutos, con un arpegio maravilloso de guitarra que anticipa el crescendo final y nos devuelve a la melodía principal. Esta vez, el estribillo suena más hermoso que nunca, el riff alcanza niveles gloriosos, las líneas de Gilmour nos hacen llorar y la batería de Mason tiene más potencia que nunca, hasta que en el minuto 21 todo se acalla y volvemos a la preciosa melodía principal, aunque sin voz. El piano y la guitarra parecen ser conscientes de lo que acaban de hacer, y se van apagando de forma sencilla y hermosa. Así de sublime es el final del álbum.

 En resumen, un gran disco. Pink Floyd encuentra su sonido, y a partir del próximo álbum, se transformaría en la banda más resonante de sus tiempos. 

 PD: a partir de ahora, no existe el "-" en la nota del álbum. La nota será o bien el número (9) o bien el número con el "+" (9+). Es un cambio estético, solamente. Me parece que el "-" tenía una connotación negativa realmente innecesaria.
 PD 2: hice algunas pequeñísimas correcciones en las reseñas de Thick As A Brick y Parachutes, que ya están disponibles en sus nuevas versiones.



miércoles, 15 de julio de 2015

Zitilites (2003) - Kashmir


Puntuación: 9+

Mejor tema: Rocket Brothers

Tracklist
1. Rocket Brothers
2. Surfing the Warm Industry
3. The Aftermath
4. Ruby Over Diamonds
5. Melpomene
6. The Push
7. Ramparts
8. Petite Machine
9. The New Gold
10. Big Fresh
11. In the Sand
12. Small Poem of Old Friend
13. Zitilites
14. Bodmin Pill


 Estoy acá de vuelta para hablar de un disco que descubrí en este último tiempo y me voló la cabeza. Kashmir es una banda danesa que canta en inglés. Comenzó su carrera en la década del 90, pero recién logró cierto prestigio en el resto del mundo en 2003 con este disquito llamado Zitilites (un muy buen nombre, por cierto. Durante mucho tiempo creí que se llamaba “Zitilities” y me gustaba aún más, pero bueno). Y digo “cierto” porque nunca fue una banda muy conocida. Por eso me sorprendió tanto. Porque, al darle una escucha inicial, lo primero que uno piensa es: “todas estas canciones podrían haber sido hits”. Y este pensamiento se repite tanto que se termina traduciendo en: “esto es una obra maestra”. Porque sí, Zitilites es una verdadera obra maestra. Nadie le dio mucha bola, quizás porque ya era ligeramente anacrónico, pero lo cierto es que es mejor que muchos de los discos que deslumbraban a la crítica por ese tiempo. 
 ¿Por qué digo anacrónico? Porque suena bastante a la década del 90. Es un disco algo frío, muy artístico, muy atmosférico, con ese ambiente mitad espacial mitad eléctrico. Me hace acordar un poco a Ok Computer. Y, claro, como Ok Computer es mi disco favorito, creo que es obvio que éste me gusta casi en la misma medida. Claro, esto no es Ok Computer. No tiene el mismo aire a “algo trascendente está pasando”, no está tan cohesionado, las letras no describen tan perfectamente la vida moderna, no ofrece tanta experimentación. Pero el clima está, lo acuático está, lo opresivo está. Y las melodías también están. Porque (y prometo que es la última vez que hablo de Ok Computer) el disco de Radiohead tenía tantos elementos perfectos que uno casi se olvidaba de las maravillosas melodías pop que lo atravesaban. Aquí, en cambio, éstas relucen esplendorosas en la hermosa voz de Kasper Eistrup, y es por esto que uno se pregunta en qué mierda estaba pensando el mundo que no convirtió a este disco en uno de los más vendidos de la década. No hay, como dije, demasiada experimentación. No hay (mucha) electrónica ni nada muy parecido. En ese sentido, es más bien un álbum de pop muy refinado y ecléctico, lleno y relleno de canciones hermosas y exquisitamente matizadas.  Pero no quiero dejar una imagen demasiado azucarada del disco, porque la verdad es que tampoco es tan así. Que tenga esa sutileza pop no le quita en ningún momento el poder emotivo, ni lo convierte en música pasatista. Todo lo contrario: es una experiencia altamente sensorial, gloriosa, oscura. Y que tenga bellas melodías no lo hace más simple. Para nada: todo el disco es muy cerebral, muy trabajado y muy artístico, hasta el punto que no negaría influencias del rock progresivo. Así es: hay mucha atmósfera, mucha oscuridad, mucho Pink Floyd (principalmente en la sección de teclados, interpretada de manera brillante por Henrik Lindstrand). 
 No sé si lo expliqué muy bien, pero basta con que sepan que es un disco genial. Creo que la mejor síntesis que podría hacer es que es un disco azul (como la tapa de Ok Com…digo, nada). Un disco etéreo, atmosférico, bello, para escuchar sobrevolando algún glaciar en una cápsula voladora y preguntarse cómo carajo hace un danés para pronunciar tan bien el inglés.
 En fin. El disco comienza con una sencilla pero preciosa progresión de acordes de guitarra que nos adentra de lleno en el viaje. Se trata de Rocket Brothers, uno de los dos singles del disco. Recuerdo que este fue el tema con el que conocí a la banda, y durante una semana no pude parar de escucharlo. Es una balada extraordinaria, muy emotiva, con una letra fraternal, que va subiendo y subiendo hasta estallar en un estribillo apoteósico, repleto de intensidad. Luego de la segunda estrofa, el estribillo se repite con un falsete brillante de Eistrup que nos deja los ojos llenos de lágrimas, para instantáneamente dar paso a una coda casi sinfónica, con guitarras por todos lados, una más hermosa que la otra. No se me ocurre un comienzo mejor.
 A continuación tenemos el otro single del disco, llamado Surfing The Warm Industry, una muy buena canción, aunque sinceramente yo hubiera elegido bastantes otras como single. Está estructurada de forma similar a Rocket Brothers (introducción de guitarra - canción en subida - coda) pero es mucho más movida, con un riff de guitarra sigiloso que en el estribillo cobra fuerza y distorsión. No obstante, toda la canción es una eterna subida, con un sonido cada vez más apabullante y una batería simple pero efectiva, hasta que todo se disuelve en las guitarras y los teclados que concluyen el tema. La letra es realmente buena, y algo extraña (como todas las del disco), y trata de la despersonalización y alienación del trabajo en las industrias.
 La siguiente canción es distinta. The Aftermath es una balada de piano, algo plana en cuanto a arreglos, pero muy conmovedora y, sobre todo, muy melódica. ¡Escuchen ese estribillo! ¡Escuchen esa melodía majestuosa! No puede no gustarte.
 Luego tenemos Ruby Over Diamonds, una canción más cortita y extraña. Se trata de una mezcla de funk y new-wave, todo licuado con un ritmo de vals. ¿No suena increíble? Y sí lo es. El riff de bajo es demoledor, y luego se le agrega una guitarra pulsante genial, pero en el estribillo se callan para configurar una atmósfera casi de balada. A continuación se agrega un piano, y más adelante tenemos unos coros fantasmagóricos que terminan de configurar una canción única. Aunque no, no “terminan” de configurarla, porque todavía hay más. Un solo de guitarra genial que da paso a la última estrofa, brillante, repleta de coros y riffs y matices y genialidades por doquier. Un tema inquietante y maravilloso. La letra es espontánea y escurridiza, una declaración de amor que mezcla delicadezas con frases como “Now I want to make children”.
 Sin interrupciones pasamos a Melpomene, una balada de amor. Pero no esperen nada cursi: ésta balada de amor es totalmente etérea. El teclado del principio ya consigue apabullarme: ¡cuánta hermosura, cuanto placer en mis oídos! La melodía, casi susurrada por Kasper, es exquisita. ¡Escuchen las guitarras en el minuto 1:27! Qué fantástico. Al igual que muchos temas del disco, Melpomene va subiendo en intensidad, con una batería cada vez más frenética y cascadas de guitarras cada vez más omnipresentes. Luego del precioso estribillo, damos paso a la sección del medio, casi rapeada por Eistrup, que nos descoloca por completo antes de tumbarnos definitivamente en el suelo con esa guitarra distorsionada tan perfectamente introducida que antecede al estribillo final, cantado de forma desgarradora. La letra, a mi entender, es de las mejores del disco. Como casi todas, es de amor, y describe perfectamente la sensación de amor no correspondido (“Now I can´t close my eyes when she’s around / And she’s around / Passing like the wind that shapes the clouds”) hasta que, de golpe, pasa a ser correspondido.
 Hasta aquí la seguillida de canciones era realmente perfecta. The Push ya no es tan buena, pero sigue siendo disfrutable. Se trata de una balada de piano, carente de demasiada instrumentación, pero con una bella melodía, triste en las estrofas, optimista en el estribillo, y una atmósfera muy bucólica y evocativa (más que nada en esa extensa sección del medio en donde parece que estamos hundidos debajo del agua). La letra es nuevamente genial, y ésta vez es más comprometida políticamente, ya que describe (con un cierto optimismo que noto falso a consciencia) la depresión de la vida en las ciudades en el nuevo siglo, con frases geniales como “Forever changing plans / Restrained by envious spirits / And wanting to want to give in / And go for the country” o “Where my bare feet are walking on dew / Without treading a needle / On a needle”, sin contar ese maravilloso concepto de “The sounds of someone close to falling apart”.
 Ramparts es el tema más rockero del disco, y nos devuelve a altos niveles. El tema, nuevamente, comienza con menos fuerza, pero ya se le nota una furia contenida, un impulso, una electricidad escondida. Rápidamente la batería se descontrola, las guitarras distorsionadas aparecen y nos vemos sumergidos en el maremoto. Luego todo se apacigua, el solo nos calma, pero sabemos que es una mentira. Y lo constatamos con la repetición del estribillo, salvaje y frenética. Y ojo, que a pesar de ser la más rockera del disco, no pierde nada en cuanto al refinamiento de la melodía. Particularmente, podría morirme escuchando (y cantando) ese estribillo.
Con Petite Machine nos tranquilizamos un poco, disfrutando de un ritmo lento y majestuoso y una melodía sobria pero, como siempre, lujosamente matizada con guitarras. Sobre el final, nuevamente atacan las guitarras distorsionadas, generando un clima bastante épico.
 A continuación nos sorprendemos. ¿Acaso eso es una guitarra acústica? Sí señor. Estamos hablando de The New Gold, una preciosa balada folk con una melodía que, literalmente, me eriza la piel y me transporta a un fogón bajo la luna en algún lugar alejado de la civilización. Una armónica melancólica (eso rimó) y la, como es costumbre, bellísima voz de Eistrup completan la escena.
 Luego viene Big Fresh, un tema largo y que particularmente me gusta bastante. No alcanza el nivel de otras canciones del disco, pero está muy bien hecho, con un bajo predominante, guitarras extañamente psicodélicas que al final cobran distorsión y ferocidad, y un minuto final muy sosegado, casi silencioso, con apenas unas notas de piano matizadas con efectos electrónicos.
 Pero mi canción favorita del disco (quizás junto con Rocket Brothers) es In The Sand. Y no sé bien por qué. Es una balada tradicional de piano, muy a lo Coldplay, y la melodía ni siquiera es muy pegadiza. Pero algotiene. Algo que me conmueve. Que me hace llorar. Costó que me guste, pero una vez que logré penetrarla, la amé con desesperación. Esas guitarras como pájaros que aparecen en el estribillo, esa maldita voz de Kasper que recién en las últimas dos frases nos entrega el celestial falsete que todos veníamos esperando, esos platillos de la segunda parte, y sobre todo, obviamente, esa melodía, que no se te pegará fácilmente, que es de esas melodías volátiles pero eternas, misteriosas, que parecieran esconder el secreto de la existencia. Nada puede contra algo así.
 Lástima que tuvieran que arruinarlo todo con Small Poem Of Old Friend. Se trata de un rock que no es particularmente horrible, pero es muy ampuloso, con muchos gritos mezclados con mucho silencio, sin nada de la sutileza que caracteriza al resto de las canciones, y sobre todo, demasiado largo. ¿Justo éste tema tenía que durar 6 minutos? ¿Era necesario?
 Pero bueno. Qué se le va a hacer. Vamos terminando el disco con la canción que le da título al mismo, Zitilites. Que me encanta. En realidad es otra balada…al final son todas baladas. Pasa que cada una es tan única que uno no lo nota. En fin. Es una balada distinta a las otras, fría, mecánica, llena de efectos electrónicos, revoloteos, con un bajo y una batería brillantes (cortesía de Mads Tunebjerg y Asger Techau respectivamente) y una melodía tímida, casi imperceptible. En el medio, el piano se vuelve medio loco, aunque sin salirse mucho de lo común. Todo parece como atado, robótico, y esto es lo que lo hace genial. Es una balada de amor rodeada de opresión y oscuridad, un susurro romántico en medio de una ciudad glacial, inexpresiva y mecanizada. Y la canción termina de la nada, literalmente, como un telón que cae para dar paso a Bodmin Pill, el último tema del disco, que es simplemente una pieza ambient muy al estilo de Treefingers (de Radiohead) que nos devuelve al mundo real.
Un discazo, de verdad. Cuánta riqueza musical hay en el mundo, y qué lindo es ir descubriéndola. 


Hola!!!!

Muy buenas noches! Les habla silver_sorgo desde el cyberespacio. 
Tal vez pensaron que el blog estaba muerto. No los culpo. Hace mucho, muchísimo, que no publicamos nada nuevo. Les voy a contar un poco sobre todo lo que pasó durante este año y medio. 
Tanto Strauss como yo estuvimos muy ocupados viviendo. Terminamos la escuela secundaria, comenzamos la facultad, incluso nos fuimos de mochileros al norte en enero de este año. No es mi intención entrar en detalles sobre mi vida personal (y tampoco creo que les interese demasiado), pero basta decir con que he atravesado muchas cosas, y he cambiado muchos conceptos acerca de mí y acerca de lo que me rodea. Vivimos en un proceso de plena construcción, y es genial que así sea. 
Todo esto hizo que dejara de escribir en el blog. A veces lo extrañaba, pero nunca tenía la fuerza de voluntad necesaria para volver a encararlo. 
Este largo preámbulo sirve para comunicarles una buena noticia: logré reunir esa fuerza de voluntad, y quiero anunciar con bombos y clarines que LA VENGANZA DE SATURNO HA VUELTO. 
Habrán notado que hablo en singular. Esto se debe a que, lamentablemente, mi amigo Strauss ya no escribirá en el blog por una decisión suya. Así que a partir de ahora el blog es mío. Muajajaja.
Hablando en serio, LaVenganzaDeSaturno se viene con todo. Escuché mucha música durante todo este tiempo, así que tengo mucho material sobre el que escribir. Espero lograr la regularidad que tanto me ha faltado, y espero que poco a poco se vayan sumando nuevos lectores. 
Mis escritos, como siempre, partirán desde mi humilde lugar de amante de la música. No estudié música: apenas estoy aprendiendo a tocar la guitarra. Mi intención es plasmar mi experiencia como oyente y tratar de expresar las emociones que me generan todos los discos que me gustan. Mi único objetivo es que alguien lea alguna de mis reseñas y descubra una banda nueva, un disco nuevo, una canción nueva. Con que una persona me diga que conoció a una banda gracias a la página y que le gustó/le encantó/se convirtió en su banda favorita, me doy por hecho.
Así que el blog vuelve a renacer. Va a haber bandas nuevas y bandas que ya he reseñado. Estuve escuchando bastante under argentino, así que voy a colar también algunas (bastantes) reseñas sobre grupos jóvenes de aquí y ahora. Además, voy a ir corrigiendo algunas reseñas viejas que ya no me gustan tanto, y avisaré de estas actualizaciones cada vez que suba un nuevo escrito.
Tal vez la venganza del viejo Saturno era ésta: volver cuando todos pensaban que había muerto. Sin nada más que decir, los dejo con una reseña de un discazo: Zitilites, de Kashmir.

PD: también he estado escribiendo algunas cosas que poco tienen que ver con la música. En breve abriré un blog con mis cuentos, poesías, relatos, microcuentos, etcétera etcétera etcétera. Si les gusta la idea, les aviso cuando lo abra y les paso el link.

PD 2: bueno, les dejo un regalo más: un temazo de Tame Impala.