miércoles, 12 de agosto de 2015

Meddle (1971) - Pink Floyd


Puntuación: 9

Mejor canción: Echoes

Tracklist
1. One Of These Days
2. A Pillow Of Winds
3. Fearless
4. San Tropez
5. Seamus
6. Echoes


 Aquí es, señores. En Atom Heart Mother, Pink Floyd habían empezado a enderezar su camino. Si todavía había algunas dudas o algunos intentos fallidos, en Meddle desaparecen: Pink Floyd encuentra su estilo y, a partir de este punto, se convertirá en una de las bandas más increíbles de la historia del rock.
 Pero, ¿cuál es ese estilo que aparece en Meddle? Progresivo, nada más ni nada menos. En Meddle, Pink Floyd se define ya como una banda de rock progresivo. Obviamente, al ser el primer disco, algunas ideas se irían puliendo, pero el sonido ya logra la profundidad y la resonancia del Pink Floyd clásico. La banda se inclina por las canciones largas, y busca generar atmósferas con cada nota, sin importar el tiempo que se necesite para desarrollar la idea. Las canciones de Meddle se deslizan con lentitud, con insistencia y elegancia, de manera tal que uno realmente logra meterse de lleno en cada una de ellas.
 Además, los climas que genera la música son muy diversos. Este es un aspecto importante: hay momentos muy oscuros, momentos pesados, momentos etéreos, momentos somnolientos, momentos frescos y jazzeros, hasta momentos bluseros. Al no ser un disco conceptual (luego de Meddle, Waters se enamoraría de los álbumes conceptuales, en un romance que dura hasta el día de hoy), la banda tiene más libertad para cambiar totalmente de rumbo en cada una de las canciones. El resultado es un disco muy fresco y variado, que crece con las sucesivas escuchas y nunca cansa. No obstante, también es cierto que, en los discos posteriores de Floyd, el concepto de cada uno aportaría un sentido de unidad y trascendencia que no se encuentra aquí en Meddle. En otras palabras, el impacto general del álbum no es tan certero.
 Pero, obviamente, esto no le resta ningún mérito. Meddle es un discazo, y conserva esa sensación mística y oscura de los primeros discos de la banda, que la fastuosa producción de los discos subsiguientes iría borrando. Pink Floyd encuentra su verdadero estilo, con una manera de hacer música muy elegante, muy precisa, muy profesional. Ya no les interesa experimentar, sino apabullar al oyente, llegarle por todos lados, generar verdaderos paisajes musicales. Muchos de los momentos más preciosos de la banda ya están aquí.
 Ah, y, por si esto fuera poco, está Echoes. Porque, en realidad, casi todo lo que dije sobre el álbum se encuentra también en Echoes, una extensa y maravillosa suite que engloba todas las sensaciones del disco en 23 minutos majestuosos. No es mi intención adelantarme: simplemente es importante decir que la sola presencia de Echoes le da el 9 al disco, y que es una de las experiencias musicales más preciosas que puede escuchar un ser humano.

 Pasemos a las canciones. El disco empieza con One Of These Days, un instrumental sencillamente demoledor. Comienza con un bajo pulsante muy simple, pero asesino, que parece venir masticando. Algunos ruidos de sintetizador completan la escena, y cuando se añaden la batería monolítica y esa perversa guitarra distorsionada, el ambiente ya es decididamente voraz. Hacia el minuto tres, Wright ensaya un sube y baja de sintetizadores muy oscuro, hasta que una voz monstruosa exclama “One of these days I’m going to cut you into little pieces”, y todo estalla en un rock sensacional y muy pesado, con líneas estupendas de guitarra y sintetizadores.
 Al instante comienza una hermosa cascada de guitarras acústicas, matizadas por unos punteos eléctricos que suenan como alguien desperezándose. Se trata de A Pillow Of Winds, y el contraste no podría ser más marcado. Es una balada larga y hermosa, con una de las atmósferas más maravillosamente perezosas que he experimentado. La primera mitad suena bastante oscura y misteriosa, pero en el minuto tres la canción se convierte en algo totalmente luminoso, como hamacándose bajo el sol. El efecto es increíble, porque uno no se da cuenta en realidad de qué es lo que cambió, pero se sumerge enteramente en este nuevo clima. Además, la letra de la primera parte habla, justamente, de las horas de sueño, mientras que la segunda parte habla del amanecer. ¡Y la melodía sigue siendo la misma! Brillante.
 A continuación tenemos Fearless, una canción que me resulta más prescindible. Tiene una linda melodía, y algunas geniales líneas de guitarra, pero se extiende demasiado y termina sonando monótona. Además, al minuto final aparece la hinchada del Liverpool cantando su himno (el legendario You’ll never walk alone). No sé qué buscaban con este agregado, pero el resultado es bastante tosco.
 Aunque cabe destacar que esta tosquedad hace que el inicio de San Tropez suene mucho más bello. Es una canción realmente deliciosa, con un ritmo altamente jazzero y sensual, una melodía muy elegante y preciosos solos de guitarra y piano. Es Pink Floyd en su lado más pop, y la verdad es que es excelente.
 Seamus no es más que un cortísimo ejercicio de blues, con unas buenas guitarras slide. Es una canción muy simple, y lo que más resalta de ella son los aullidos del perro, que era propiedad de Steve Marriott (el cantante de Small Faces) y se llamaba, justamente, Seamus.
 El lado B del disco está íntegramente ocupado por Echoes, una suite majestuosa que sobresalió enormemente por sobre el resto del álbum. Comienza con una nota aguda de piano, que suena como una gota cayendo sobre un plato. Los demás instrumentos se van agregando de a poco, y el resultado es un crescendo demoledor. Primero, el piano pasa a ejecutar una melodía misteriosa; luego, aparecen unos subyugantes punteos de Gilmour, y cuando aparece la batería, todo estalla en mil pedazos. Luego, esos pedazos se vuelven a armar, y se agregan además los platillos y un estupendo bajo. Una nueva explosión da paso a la canción en sí, con una melodía arrebatadoramente hermosa que se mantendrá a lo largo de toda la suite. Es una melodía simple, y el estribillo es casi lo mismo que las líneas que lo preceden, pero en conjunto logran una emotividad increíble. Para el estribillo, ya podemos sentir que volamos, y después de él aparece un riff descendente totalmente sádico, que luego sería calcado por El fantasma de la ópera. Luego de la segunda repetición de la melodía, el riff crece vorazmente hasta desembocar en un solo agudísimo y devastador de Gilmour. A los siete minutos, todo se disuelve, y comienza la segunda sección: un instrumental de blues muy potente, con un Gilmour tan maravilloso como siempre y un órgano sencillamente desquiciado. De a poco, esta sección se va apagando, y comienza la extensa y repudiada sección del medio. Ésta consiste en sonidos agudísimos de guitarra que imitan el canto de las ballenas. La atmósfera es ciertamente oscura: uno puede imaginarse de noche, perdido en el medio del océano. Sin embargo, es evidente que esta sección no logra emular la majestuosidad de las otras partes de la pieza, y afea un poco el conjunto. Al igual que en Atom Heart Mother, Pink Floyd no logra un fluir total de la suite, y tiene que insertar una sección experimental en el medio que hace que el resultado quede algo emparchado. De todos modos, la banda aprendería la lección, y cuatro años más tarde, la gloriosa Shine On You Crazy Diamond estaría dividida en dos partes. Luego de cuatro minutos de estos ruidos, vuelve a aparecer la misteriosa nota de piano que comenzaba la suite. La atmósfera se va tornando lúgubre, y nos prepara para los últimos diez minutos, que son uno de los momentos más magníficos en la historia del rock. Algunos sintetizadores que nos recuerdan a One Of These Days, una guitarra que suena desde la lejanía y una batería cada vez más potente anuncian una verdadera explosión. Esta explosión se produce a los 18 minutos, con un arpegio maravilloso de guitarra que anticipa el crescendo final y nos devuelve a la melodía principal. Esta vez, el estribillo suena más hermoso que nunca, el riff alcanza niveles gloriosos, las líneas de Gilmour nos hacen llorar y la batería de Mason tiene más potencia que nunca, hasta que en el minuto 21 todo se acalla y volvemos a la preciosa melodía principal, aunque sin voz. El piano y la guitarra parecen ser conscientes de lo que acaban de hacer, y se van apagando de forma sencilla y hermosa. Así de sublime es el final del álbum.

 En resumen, un gran disco. Pink Floyd encuentra su sonido, y a partir del próximo álbum, se transformaría en la banda más resonante de sus tiempos. 

 PD: a partir de ahora, no existe el "-" en la nota del álbum. La nota será o bien el número (9) o bien el número con el "+" (9+). Es un cambio estético, solamente. Me parece que el "-" tenía una connotación negativa realmente innecesaria.
 PD 2: hice algunas pequeñísimas correcciones en las reseñas de Thick As A Brick y Parachutes, que ya están disponibles en sus nuevas versiones.